Augusto y Eleonora
Era mediodía. Eleonora despertó. ¿Qué hora es? Es de día, respondió Augusto, quien tomó su almohada, cuidadosamente la colocó debajo de la espalda de ella. Por la ventana del avión podía verse el paisaje. Las colinas llenas de nieve, a lo lejos más montañas con manchones en verde y ocre y una luz que brillaba sobre ellas, parecían ser dibujadas por un caprichoso artista. Eleonora emitió un leve quejido, ¿Aun te duele? Preguntó Augusto. Un poco. Puedes tomar otra pastilla. ¿Aún tenemos? Si, recuerda que la señora del 12B nos regaló una caja. Ella emitió nuevamente el sonido, se incorporó un poco en su asiento, estaban sentados en el 14A y 14B ¿Sabes porque no hay fila trece en los aviones? ¿Por qué es de mala suerte? Preguntó Eleonora. Ambos rieron. Oye, y ¿la señora del 12B? No querrás saberlo, se tuvo que ir. Sí, que mal. Olía terrible. Ni lo digas. Ayer en la noche la sacaron. Hoy ya descansa. ¿Y nosotros?, ¿y yo? Nosotros aquí estaremos, vamos a llegar a Santiago, y de ahí iremos