Entradas

Mostrando las entradas de octubre, 2018

cuentos las lunas

El Regalo Era mediodía. José sacó de la habitación una bolsa negra de plástico. Había en el patio de tierra un tambo grande de basura. Tiró la basura en el tambo. Entonces tomó una cubeta, le llenó con agua, puso en ella algo de pino y entró de nuevo a la habitación, trapeó lo mejor que pudo. Le pagaban a veinte pesos la limpieza de cada cuarto; si lo trapeaba eran cinco pesos más. Por limpiar los baños y la pista no cobraba nada, a cambio de eso doña Chuy le dejaba usar un colchón viejo con manchas amarillas y le daba de comer, en la mañana huevos o chilaquiles y por la tarde cocido de res, o pozole, lo que hubiera del día. Doña Chuy lo despertaba temprano. José, muchacho flojo ya es hora, son las diez de la mañana. Su trabajo empezaba con los baños, sacaba los papeles, echaba agua con cloro y lavaba el piso. Barría y trapeaba la pista de baile, tiraba a la basura colillas de cigarro, fichas y latas de cerveza. Le gustaban las putas, se la pasaba espiándolas por la luz que s

capitulo 8

Capitulo ocho, Héctor Encendí la luz. Héctor, dije asombrado. Héctor era SRS del área centro. Uno de mis mejores amigos y confidentes. Hermano. Le di un abrazo. ¿Cuánto tiempo? Un año. ¿Tanto? El tiempo vuela. Ni lo digas. Que te sirvo. Me acerque a la cantina que tenía en mi despacho. Un mueble de nogal oscuro. Un whisky. Hielo. Si, por favor. Ya dijiste. Serví un par de vasos con mucho hielo y puse en ellos una onza de whisky Jim Beam. Nos sentamos en un pequeño sofá que ahí había. Qué bueno que vienes amigo. Tan mal están las cosas. De la chingada. Como vas a creer. Créeme que estoy pasando por un momento crítico en la organización. Que sucede. Bueno, miento, yo no estoy pasando un momento crítico, es la organización, hay un desmadre. Si me explicas. Yo mismo no se decirte que ocurre. Eres inteligente, sabrás decirme. Ni yo sé por dónde empezar.   Inténtalo. No tengo idea. Quizá por el principio. Nos piensan cambiar a todos. A todos quienes. A los SRS’s. Que dices, eso e

Clases de piano

La cafetera empezó a silbar. Permíteme yo sirvo. Él se levantó y apago la estufa. Tomo la cafetera y vacío el agua caliente; primero en la taza de Ana, después en la de él. Déjame prepararte tu café, dijo. Le puso una cucharada de café y una de azúcar. Después se sirvió el, se puso una cucharada de café y dos de azúcar. Vacío agua caliente y todo se mezcló en un solo paso. ¿Crees que estoy tomando mucha azúcar? Déjame decirte que he tratado de tomar menos. Le acerco a ella su café. Pruébalo y si le falta azúcar me dices. Ella tenía la mirada perdida en la ventana. ¿Aún la extrañas?, le dijo. Creo que ya no la necesitábamos más, no crees. Ya no estés triste, estaremos mejor. Mira. Encendió la radio. Que pasará que misterio habrá, puede ser ni la noche. Cantaba Rafael. Él se levantó. Hizo unos movimientos de baile. Casi de robot. Nunca he sido un buen bailarín, lo sé. ¿Qué dices? No es necesario que te levantes, sigue sentada. Y al despertar que mi vida será, puede ser ni la noch